LA ACCIÓN TERAPÉUTICA Y ANTIVEJEZ DE LAS PIRÁMIDES NO ES UN MITO


Comenzaremos con un poco de historia investigativa sobre la energía piramidal, al final hay enlaces que llevan a diferentes experimentos que demuestran la existencia de la misma.

Niña disfrutando de la energía de una cama piramidal

La energía de las pirámides no es algo en lo que haya que "creer", porque se trata de fenómenos FÍSICOS. Hice mi primera pirámide el 21 de septiembre de 1973, impulsado por un librito "La Magia de las Pirámides" (novela) y por un artículo del Lic. Julio Gutierrez, en un periódico, que me trajo a la memoria algunas meditaciones sobre las pirámides estudiadas en los libros de arqueología de mi padre. No podía imaginar que aquella pasión que arrastraba desde la primera infancia me daría tantas sorpresas, ni me imaginaba que la constancia en la investigación con las pirámides me salvaría la vida diez años después. Y menos aún sospeché hasta años después, que había un efecto antiedad, un efecto "antiaging" tan importante, no sólo por la conservación de la salud (que no es poco) sino porque retrasa el envejecimiento de las células.

Pero tras más de tres años de intentos vanos en su mayoría y una decena de pirámides de cartón, vidrio, madera y plástico, los resultados eran siempre dudosos, subjetivos, porque mis experimentos eran como los de la mayor parte de la gente que se inicia en una investigación, sin saber cómo determinar la fiabilidad del experimento, y sin siquiera una base teórica medianamente completa. Como si eso fuera poco, tenía otras contras: mis hermanos se burlaban, los estudios escolares eran prioritarios y disponía de poco lugar. No buscaba una terapia antiedad, no me interesaba el antiaging, pero sí quería saber quiénes eran aquellos magníficos científicos que trabajaron con las Grandes Pirámides.


No obstante, la paciencia es una gran aliada del investigador, tenga la edad que tenga. Y tras unos meses de "huelga piramidal autoimpuesta", volví a intentarlo con una pirámide de 40 cm de altura, de "chapadur" (tablex o fenomader, en otros países), debido a que asistí a una conferencia de aquel escritor del artículo. En esa ocasión habló sobre la orientación, de la que no decían nada en el librito ni en el artículo aquel. También comentaba el artículo que había un "tiempo de carga", según los materiales empleados, pero en esa charla las cosas me quedaron más claras y ya casi ningún experimento tuvo fallas.

En un cuarto de trastero, al fondo de la huerta, coloqué la pirámide orientada con una brújula, con una cara al norte. La dejé "cargándose" durante cinco o seis días, aguantando la ansiedad, y coloqué luego un trozo de carne de vaca de poco menos de medio kilogramo. Dos días después, cuando entré al cuartucho había un olor muy desagradable y me desmoralicé. Pero al acercarme no aumentó la intensidad del olor y la carne -al alumbrarla con una linterna, por la pequeña ventana de la pirámide- me pareció algo fosforescente. Acercando la nariz a la ventanuca, comprobé que el olor no venía de allí. Era una rata, que había quedado muerta en una trampa-botella, en un rincón del cuarto. La carne de la pirámide no se había podrido, pero había tomado una leve fosforescencia verdosa, y la dejé unos cuántos días más. No recuerdo si fueron finalmente uno o dos meses, pero el caso fue que no se pudrió, sino que se momificó, y tenía por fuera una finísima película verde brillante, sin ningún olor. Con más alegría que nunca construí -ya ayudado por mi padre, al que había logrado entusiasmar- una pirámide con una chapa gruesa de cobre, del mismo tamaño y comencé a experimentar con unas begonias. En la pirámide de tablex puse un vaso de leche; saqué la carne y la dejé en una fiambrera de tela, comprobando que su estado de momificación duró fuera de la pirámide unos diez días, tras los cuales se comenzó a ablandar, y unos días más tarde comenzó a podrirse. Volví a dejarla en la misma pirámide, junto a la leche, que se cortaba formando cuajada y se reconstituía alternativamente. La putrefacción de la carne se detuvo en menos de dos días, tras los cuales estaba otra vez momificada, pero con un color marrón oscuro, sin la cobertura fosforescente.

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Con las pirámides de cobre no obtenía resultados o estos eran desalentadores respecto a los seres vivos. Pero yo no me resigné. Seguí probando con ángulos de hierro, con bronce, láminas de estaño y con cualquier cosa que pudiera hacerse una pirámide. Sólo lograba beneficio real para los alimentos y las plantas con el aluminio, como único metal, y con cualquier otro material no metálico. Pero las de aluminio eran las que mejor resultaban, porque incluso su efecto sobre plantas casi marchitas era extraordinariamente vivificador. Apliqué cuatro pirámides sobre otros tantos injertos de vid, y brotaron con una fuerza increíble, que los otros injertos (cerca de veinte), parecían raquíticos en comparación.

El servicio militar me cortó la tanda de experimentos, pero en los cuatro meses anteriores a la mili, los logros habían sido lo suficientemente reveladores como para saber que ya no dejaría de investigar en cuanto pudiera. Retomé de tiempo en tiempo la investigación, porque otras búsquedas esotéricas me llevaban todo el tiempo y mis situaciones personales y familiares tomaban rumbos que nada tenían que ver con mis deseos. Finalmente, en 1984, logré congeniar trabajo, vivienda, investigación y viajes. Alquilé en Roraima (Brasil) una casa enorme, con seis habitaciones altas y espaciosas, y con una orientación Norte-Sur casi perfecta. Construí las pirámides más grandes posibles para cada habitación, y durante más de cinco años, trabajaron con su eterna armonía, revelándome poco a poco sus secretos, sirviéndome en mis regresos de las expediciones como elementos curativos, asombrándome con el poder natural de la geometría sagrada, que no en vano supieron conservar y respetar los antiguos. Apenas tuve montado mi laboratorio piramidal, dos físicos cuánticos interesados en estudiar los neutrinos, con apoyo de cálculo por parte de otros físicos y matemáticos, montaron su laboratorio sobre el mío. Desde hacía mucho tiempo que sabían que las pirámides acumulan neutrinos por inclusión magnética, pero ésto parece no convenir a los laboratorios oficiales, dirigidos políticamente, que sirven para justificar muchos millones de dólares de los presupuestos nacionales...

Las pruebas de medición más terminantes e indiscutibles están en la cuestión terapéutica... Las dejo para el final de este artículo.
Medir la energía de una pirámide no es fácil desde el punto de vista cuantitativo ni ha sido fácil llegar a las conclusiones y comprobaciones necesarias para poder manejar el tema, por que ha requerido el trabajo de un laboratorio básico de varias pirámides de entre 2 y 6 metros de lado, contando con material para realizar estudios subatómicos.

El equipo estuvo compuesto humanamente por dos físicos y un matemático, más un equipo periférico de biólogos, médicos, bioquímicos, analistas de materiales, etc.
Este conjunto multidisciplinario, que tuve el honor de dirigir durante seis años, determinó las causas de la función piramidal a nivel de subpartículas, como colector, acumulador y procesador de diferentes tipos de energía, cuya resultante es el aumento de la tasa vibratoria. No es nada barato, costó una pequeña fortuna y no dispongo actualmente de aquel equipo humano ni del aparaterío que disponíamos. No obstante, hay muchas pruebas que no precisan laboratorio complejo. Algunas son casi "caseras".

Una prueba efectiva consiste en hacer que midan la energía tres o cuatro geobiólogos en forma independiente. Ello le demostrará dos cosas: La energía de la pirámide y la eficiencia de la radiestesia.
Mediante el uso de las técnicas de radiestesia, aplicadas principalmente en geobiología, se determina el potencial energético promedio, que se mide en "Angstroms" o Unidades de Bovis, aunque yo usaba otro modo propio por que a ésta no la conocía en aquella época. Actualmente uso la de Bovis por que es más conocida, aunque con algunos arreglos personales para obtener otras variantes, como factores cualitativos, no sólo una cifra oscilatoria de la energía orgónica. No hay aún mucha bibliografía en español sobre esta modalidad de medición, pero sí la hay abundante en inglés, francés y alemán. En este enlace puedes conseguir dos Biómetros de Bovis excelentes.

Piramicama de lujo

Hablando de pirámides de aluminio, alcanzamos niveles que van desde los 9.000 a los 11.000 Angstroms en pirámides "suaves", inexactamente orientadas o instaladas en sitios con mucha humedad; de 11.000 a 13.000 Angstroms en pirámides más normalitas, y desde 13.000 a 18.000 en las que funcionan a tope (sitios secos, bien ventilados y bien orientadas). Una pirámide de aluminio de caras cerradas y bien instalada puede pasar de los 23.000 Angstroms, según el momento en que se haga la medición, porque es más propensa a ser afectada por las tormentas magnéticas y la humedad ambiente, que una pirámide estructurar. Estas últimas, abiertas pero con suficiente superficie y masa, son mucho más estables (hasta aquí, hablo sólo de las de aluminio).

Las de madera raramente alcanzan los 13.000 Angstroms, pero si están bien hechas, no bajarán de 9.000, depende de la calidad de la madera y del hidrofugado que se le haga.

NOTA: Algunos geobiólogos poco informados suponen que esta alta de unidad de Bovis puede representar un riesgo para la salud, pero es por puro desconocimiento que confunden "intensidad" con "calidad". En pirámides de materiales paragméticos, como en sitios naturales donde abundan éstos (cuarzo, madera, agua, etc.) es posible encontrar puntos donde se alcanzan esas tasas de energía, siendo -como en nuestras pirámides- geoterapéuticos, no "geopáticos". La diferencia entre ambas cosas la determinan:

  1. La intensidad, forma y calidad de los campos magnéticos.
  2. La oscilación atómica de los componentes o causantes de dicho campo.
  3. El carácter del mismo. No es igual un campo producido por material paramagnético, que uno ferromagnético o uno diamagnético.

Las geopatías de los lugares naturales o de los edificios, son formadas por la alta concentración de materiales ferro y diamagnéticos, mientras que el carácter curativo de otros lugares y construcciones (menhires, pirámides y bóvedas) está dado por la profusión de material paramagnético, aparte de la forma y otras características del campo.

Para medir su funcionamiento con técnicas más "materialistas", dejando de lado la sensibilidad personal del geobiólogo, se pueden hacer pruebas de varias maneras que veremos a continuación. Sin embargo, dormir en una Cama Piramidal es la mejor y más completa comprobación de los efectos.

Experimentos con pirámides en el programa de tv Cuarto Milenio

Muchos años después, fundada Piramicasa de por medio, en 2007, en el programa de Navidad de Iker Jimenez, se presentó el resultado de los experimentos dirigidos magistralmente por Alberto Granados en el propio plató. Lamentablemente, el contundente experimento no puede verse porque Telecinco ha censurado el contenido. Una muestra más de la censura en la mediática, sobre todas aquellas cosas que afectan a los intereses económicos globalistas o bien el hecho que los "programas de misterios" hacen dinero con el misterio, no con las revelaciones donde el misterio se acaba... Iker es un gran investigador, con un staff que no se queda rezagado, pero sin duda se ve limitado y censurado muchas veces, a pesar de la valentía con que se adentra en los temas.

Comprendemos que no puede ser culpa de Iker Jimenez, la censura de estos vídeos, a quien agradecemos que haya tocado públicamente el tema, como pocos medios lo han hecho. Su excelente programa es una cosa y los intereses de las empresas mediáticas, son otra. Se probó a lo largo de quince días cómo en la pirámide, a diferencia de lo que ocurría en un cubo y otra forma geométrica, se conserva la fruta sin oxidarse, se acelera una germinación sin indicios de putrefacción, así como se momifica un pedazo de carne sin empezar a podrirse.



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